Lo que me enamoró del coworking es la filosofía: Compartir colaborar dar oportunidades
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África Sanjuán dejó su Monzón natal con 17 años para ir a estudiar a Barcelona, un sueño hecho realidad. Unos años más tarde, una vez finalizados sus estudios de multimedia y después de algunos años trabajando como freelance en la capital catalana, decidió que era el momento de regresar:
“era el camino natural. Estaba cansada de compartir piso y lo que me apetecía era hacer algo creativo en casa”.
Empezó a investigar y tropezó con el coworking que en aquel momento era algo mucho más “Indie” de lo que es ahora. Por aquel año, 2011, asistió a un Workshop que dio Manuel Zea en Gracia Work Center uno de los espacios pioneros en la ciudad. “Al día siguiente del taller escribí a Manu y me animó a crear cuentas en distintas redes sociales, a comprar el dominio y publicar ya”.
África lo tiene claro y decide volver a Monzón.
“En lugar de montar una oficina quiero montar un coworking, un lugar que disponga de un espacio de trabajo, una galería de arte, huerto, cafetería, centro cultural,… pero también pensé que tenía que bajarlo a la realidad”.
Lo que quería es muy simple: seguir trabajando con sus clientes pero con la calidad de vida que Monzón le proporcionaba y el espacio ya lo tenía ya que su familia disponía de un local en bruto que se transformaría en lo que hoy es Crearium.
En 2012 empezó a trabajar en el business plan, pedir la licencia de obras, realizar eventos en distintos bares de la ciudad, asistió a la primera edición de la CWSC y a la segunda de la CWEC para seguir aprendiendo. “Al volver de París (sede de la 2ª edición de la Coworking Europe Conference) tenía mariposas en la cabeza, pero yo estoy donde estoy y tengo lo que tengo: no tenía financiación, pero acabé consiguiéndola y trabajé mucho para conectarme con otros espacios rurales en Aragón y el resto de Europa”. Sobre el papel todo parecía fácil pero los planes nunca suelen resistir el primer contacto con la realidad: “las personas tienen su vida y el coworking era algo extraño para ellas. Fue un poco frustrante pero me topé con la realidad”.
Pero África no se iba a rendir tan pronto. Hasta ese momento había sido ya finalista en dos concursos a nivel provincial y fue entonces cuando, con el espacio aún por inaugurar, recibió su primera visita institucional: los concejales de Riba Roja d’Ebre, los impulsores de Cowocat Rural visitaron Crearium. “No sé si tenía sentido o no pero me movía en todo lo que había, pero al menos era lo que me apetecía”.
África nos recuerda que en aquellos momentos el coworking en la provincia de Aragón, incluso en Zaragoza que solo contaba con dos espacios, estaba muy por detrás de ciudades como Madrid o Barcelona. En 2013, en esta ciudad de 17000 habitantes en un rincón rural, Crearium abrió sus puertas con la idea de traer un poco de lo que amaba de Barcelona a su ciudad natal.
“Quería tener un espacio donde se pudieran hacer eventos culturales, donde poder exponer obras de arte de artistas de todo el mundo (su padre organiza exposiciones de arte alrededor del mundo), que tuviera un espacio de formación que pudiera dar oportunidades a la gente,…”
Cuando llegó el verano África planeó crear un “campus urbano creativo” con actividades para niños mientras sus padres trabajan.
“Fue un auténtico desastre: solo se apuntaron tres niños y uno de ellos vino obligado por su madre que era amiga mía. Decidí hacerlo igualmente porque sentía que tenía que empezar”.
Lanzar este proyecto aunque supusiera invertir en un proyecto que en ese momento era deficitario fue clave para que las cosas empezaran a dar sus frutos. “Al año siguiente teníamos lista de espera”. La desconfianza, el miedo a lo desconocido habían desaparecido. Y a partir de ese momento África empezó a hacer un montón de cosas distintas, en muchos casos combinando tecnología con técnicas antiguas como por ejemplo enseñado a niños que jamás han visto una cámara de 35mm como se revela una foto para que valoren el proceso que su smartphone hace en décimas de segundo. Empezó a trabajar con los colegios de la zona y continuó con sus exposiciones y otros proyectos culturales.
“Los talleres no impactaron mucho en la demanda del coworking pero yo tampoco tengo un perfil muy comercial. En Monzón hay muchos espacios disponibles y el bajo coste de estos junto con el hecho de que no dispongo de oficinas privadas (que facilitarían el consumo del servicio por la desconfianza que aún se tiene en la zona a trabajar en una zona abierta) hace que los locales no estén demasiado interesados en el modelo”. No obstante, las personas que han salido de Monzón y regresan para quedarse un tiempo o para siempre sí que valoran que algo como Crearium exista y son de hecho sus usuarios/as mayoritarios “vienen a Monzón y alucinan”.
“La pandemia y el teletrabajo han ayudado a que el espacio se entienda”
Para África Sanjuán el coworking es una puerta, una manera de acceder a personas interesantes y que le da un extra a nivel económico pero “para mí lo importante es la filosofía”. Crearium es un proyecto muy personal que le proporciona una calidad de vida que antes no tenía y que le permite compartirla con otras personas que buscan lo mismo que ella. ¿Cristaliza en Crearium ese sueño del coworking como herramienta de atracción y retención de talento en territorios rurales y ciudades pequeñas? Personalmente, creo que sí. África ha construido algo muy parecido a ese sueño primigenio: trabajo, cultura, aprendizaje y un grupo de personas que comparten miradas complementarias en un solo espacio abierto a su población es, sin duda, aquello a lo que aspirábamos todos hace ya casi una década. Ahora, con una visión del coworking más “estructurada” y mucho más amplia, lo que sabemos es que si quieres ver coworking en estado puro aunque sea de pequeñas dimensiones, puedes ir a Monzón.
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