Read this article in English here.
Michelle Arevalo-Carpenter, co-fundadora de Impaqto Coworking + Labs, es abogada en derechos humanos, estuvo ejerciendo durante diez años en el extranjero antes de regresar a Ecuador. Durante estos años co-fundó una organización que proporcionaba asistencia legal a los refugiados que llegaban al país. Posteriormente, recibieron fondos para expandirse a Asía y África. Trasladaron sus oficinas a San Francisco para estar cerca de Silicon Valley donde estaban muchos de sus donantes que, Michelle nos recuerda, “son la gran mayoría casos inmigrantes o hijos de refugiados y entienden la importancia de no sólo alimentar y dar cobijo a los inmigrantes sino que hay que darles documentos para que puedan trabajar”.
En esta época se empezó a interesar por el mundo “for profit” ya que “me di cuenta que esta gente es muy inteligente y quiere cambiar el mundo desde un punto de vista distinto”.
En 2013 al regresar a Ecuador lo hace con la idea de crear una empresa social. En aquel momento, nos explica, la vida política en su país estaba muy polarizada. Mientras trabajaba como General Manager de Techo. “Mi organización tenia 7000 voluntarios/as menores de 21 años y me di cuenta de que no tenían un lugar a donde ir cuando dejaran ese voluntariado”. Y es en realidad en este momento cuando surge la idea de crear un coworking, un punto de encuentro, un lugar donde además de poder hacer su trabajo pudiesen seguir ayudando a otras personas.
Uno de los factores clave para esto era mantener una neutralidad pura dada la situación política de Ecuador. “Cuando daba charlas para fomentar el emprendimiento social me iba a un sitio de izquierda y me decían que la ayuda era incompatible con el emprendimiento y cuando me iba a uno de derecha me decían que el emprendimiento debía ser algo capitalista, que el emprendimiento social era socialismo”. En ese momento lo que le venia a la cabeza a Michelle era “crear un espacio físico en el centro de estos puntos polarizados para que se encuentren aquellas personas que quieren ser un agente de cambio”. Yo añadiría que lo que hizo fue demostrar que el emprendimiento social es posible, algo que a juzgar por el entorno que describe se veía cómo imposible.
En ese momento conoció por Twitter a su co-fundadora y después de un encuentro decidieron iniciar el proyecto tomándose cien cafés con personas a las que admiraban. Durante este proceso construyeron una idea a partir de lo que les contaban y se dieron cuenta que el problema que resolvían (con lo que luego sería Impaqto) era la soledad de las personas que quieren crear algo gigante, “que son soñadores y que tienen una visión distinta a la norma” y se encuentran rodeados de personas que les dicen que no pueden hacerlo.
El primer paso fue crear una comunidad (y es algo que si has seguido esta serie o eres un veterano/a del coworking no se te hace extraño, pero quizá sí si estas hace muy poco en este sector), llevábamos seis meses haciendo eventos mensuales. “Desarrollamos el software antes que el hardware y esto nos hace distintos, nos permitió desarrollar una comunidad muy sólida”. Entonces llegó el sexto mes en el que su propia comunidad les pidió que predicaran con el ejemplo: “siempre nos dicen que hay que lanzarse rápido, que hay que equivocarse rápido y barato”.
Impaqto tiene hoy cinco sedes de entre 600 y 1000m2 cada una y son el coworking más grande de Ecuador, y Michelle apunta que eso te genera una responsabilidad: “de alguna manera somos los que hacemos un framing de qué es coworking para el imaginario colectivo de la gente acá”.
En países como Ecuador o Uruguay en los que WeWork nunca entró se han desarrollado iniciativas de espacios muy interesantes para la región y para el resto del mundo. Así, lo que hoy significa coworking es más cercano a lo que ellas han creado que a un modelo cercano a WeWork.
Esta lucha por la identidad que nos comenta y que no nos es ajena, ya que cada cierto tiempo aparece en la red, produjo un debate interno en Impaqto. La respuesta la hallaron cercana a sus orígenes: neutralidad y racionalidad para poder fomentar la colaboración y la necesidad de mantener un cierto tamaño para potenciar la comunidad les llevó adscribirse al concepto de “small is beautiful” y fijar el tamaño máximo para un espacio en 2000m2.
“Un espacio de Impaqto genera un bien para la comunidad en la que se instala, por eso tenemos la obligación de crecer. No por estar enfocados en la comunidad vamos a dejar de crecer, y vamos a seguir abriendo más sedes en ciudades emergentes en América Latina”. En 2019 debían abrir en Arequipa, Perú y Santa Cruz, Bolivia pero decidieron centrarse en su nuevo espacio de Cuenca en el mismo Ecuador para poder testear el modelo antes de salir del país.
“El futuro no se va a construir desde la mesa del comedor de casa: necesita colaboración. A pesar de todas las pandemia y pestes que ha habido en la historia las ciudades nunca han desaparecido”. No sólo eso sino que nunca antes tanta gente había vivido en ciudades, y Michelle continua, “las ciudades son centros de evolución, de mejora, de colaboración, de transparencia. El coworking va a repuntar y el tipo de coworking que nosotras planteamos va a funcionar muy bien”. Por otro lado, también es importante tener en cuenta que hay un mínimo de superficie (y por tanto de personas integrantes de la comunidad) por debajo de la que están dispuestas a trabajar “si compartes una oficina con 12 personas sí es coworking pero no existe masa crítica para generar un centro de gravedad en la comunidad en la que estás”. Por ese motivo cree que la superficie mínima para poder desarrollar su modelo son 500m2 “para que podamos de verdad generar un cambio que es lo que ambicionamos”.
“Trabajamos en los mejores metros cuadrados de cada ciudad por lo que necesitamos que rindan. Después de nuestra experiencia tenemos un doctorado en el “hardware” y nuestro equipo arquitectónico genera espacios abiertos que no se sienten angostos. Actualmente, podríamos tener unas 100 personas y en condiciones normales entre 150–180". Hay que considerar que no habla de puestos, habla de check-in diarios que no son necesariamente simultáneos. Su modelo dispone de posiciones flex en zonas comunes y espacios de eventos que alternan sus uso.
Antes de hablar de covid-19 nos pide volver a 2013. Uno de los co-fundadores se fue a vivir a Canadá y consiguió financiación para que pudieran crear una aceleradora (en esos tiempos incubadora) de triple impacto, también la primera de Ecuador (hay que recordar que todo esto lo hicieron con dos personas en el staff). Se acaba de crear Impaqto Labs, un negocio “siempre más pequeño que el coworking” pero importante para su visión.
Covid-19
Con la llegada del coronavirus los espacios dejan de ser un “money maker y tenemos unas rentas altísimas que cubrir. Obviamente tuvimos que negociar con los propietarios de los espacios y por otro lado nos activamos para ayudar a la comunidad y que nuestra comunidad ayude a la ciudadanía y a la sociedad mediante Impaqto Labs”.
“Nos apoyamos en la comunidad y creamos dos hackatones virtuales (están a punto de lanzar el tercero) inspirados en los que hizo Impact Hub en Berlin, pero más estructurados por el tema (carácter) latinoamericano que necesita más estructura”.
En el primero se abordaban el problema de las mujeres que están en riesgo al quedarse en casa. “El número de violencia doméstica está por los cielos durante el confinamiento. Y la otra, para apoyar a migrantes: mucha de la población migrante venezolana en toda la región se la ve como un riesgo altísimo en la época del covid-19 al no tener un hogar, vive en las calles y en los parques”. Con un total de 450 participantes de toda Latinoamérica que postularon soluciones e Impaqto las conectó con Naciones Unidas y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), altos funcionarios públicos o empresas privadas para que esas soluciones pudieran escalar.
“Primero nos pusimos la mascarilla de oxígeno nosotros y luego se la pusimos a otros. Cuando dejas de ver el problema y generas esta ayuda, generas una nueva mentalidad de abundancia”.
Y esto ha sido lo que las ha ayudado a reabrir en “semáforo amarillo” con unas medidas de seguridad durísimas. Sin embargo, hay interés en las personas por salir de sus casas, estar en un lugar distinto y poder reconstruir. Por eso, afirma Michelle, el espacio de coworking en un mundo post-covid va a ser un centro de reconstrucción de la economía. “Quizá no va a haber ese enfoque en el barista famoso o en las catas de chocolate o los gin tonics del jueves… en realidad es un momento de ser muy sobrios, muy enfocados y trabajar los unos con los otros por los otros”.
Falla rápido y barato: lo peor que puede pasar es que te equivoques y construyas algo grande.
Cobot ayuda a espacios de coworking alrededor del mundo a gestionar su negocio. Verás que nuestro software te ayuda a gestionar de manera más eficiente tu espacio y a tener una comunidad más dinámica y conectada. ¿Quieres probar Cobot y ver cómo te puede ayudar a automatizar tus tareas administrativas diarias? Suscríbete a una prueba gratuita o pídenos una demostración y contacta con nuestro equipo de soporte para que te hablen sobre los descuentos disponibles.
Feliz Coworking!